Desde que asumió el poder como presidente del Perú, Ollanta Humala ha estado luchando para satisfacer a los pobres, a la mayoría indígena que lo eligió y a los inversionistas peruanos y extranjeros que son indispensables para mantener el crecimiento económico. En este momento, Humala parece caminar una línea muy delgada hacia el camino correcto. Ayudarlo a lo largo de ese camino debería interesarle a todos los peruanos y a cualquiera que esté apostando por la estabilidad y el crecimiento de ese país.
Ser político en un país donde la mayoría está compuesta por el sector más pobre de la población y que además busca la parte que le corresponde de la prosperidad nacional puede ser un trabajo muy complejo. Las políticas que simplemente transfieren la riqueza del estado a los pobres no son sostenibles, y los programas sociales dirigidos a ayudar a los pobres por medio de educación y formación que necesitan para salir adelante necesitan tiempo para dar frutos. Incluso Brasil, una vez visto como un modelo para el fortalecimiento social, fue sacudida el mes pasado por millones de personas que salieron a las calles para manifestar sus inquietudes sobre el futuro. En un país como el Perú, es aún más difícil explicar como el mercado mundial de productos básicos dará lugar a una mejor calidad de vida a las personas que han vivido siglos bajo la explotación económica-incluyendo muchas personas indígenas que viven al margen de la modernidad.
Por lo tanto, no es de extrañar que las evaluaciones de Humala en sus dos primeros años de gobierno ofrecen resultados mixtos. Mientras que algunos le dan crédito a Humala por gestionar la economía del Perú adecuadamente, sus críticos lo acusan de inacción y de aprovechar la fortaleza de la economía sin hacer algo para aumentar el crecimiento. Algunos se sienten aliviados de que no ha cedido a la tentación de adoptar un modelo populista como el de su antiguo patrón ideológico, Hugo Chávez; aunque otros apuntan a que Humala no ha implementado una nueva generación de reformas económicas que incentivasen inversiones necesarias para mantener el crecimiento económico. Parece haber un consenso, sin embargo, en que el ex militar Humala ha tomado una línea dura contra los grupos terroristas y narcotraficantes nacionales y que ha seguido una política exterior pragmática.
En el frente económico, el Perú se ha beneficiado del auge de los precios mundiales de productos básicos y del comercio libre propiciado por los predecesores de Humala. Desde 2005, la tasa de crecimiento anual del país ha estado por arriba del seis por ciento, superando el ocho por ciento desde 2007 hasta 2010. Tras la elección de Humala, el crecimiento se estabilizó en torno al 6.5 por ciento y las cifras de crecimiento para mayo del 2013 sugieren una desaceleración debido a la caída en la construcción y manufactura. Como los precios de los productos básicos han caído, el mercado mundial se ha vuelto más competitivo y algunos observadores opinan que el gobierno de Humala no ha liberalizado el sector minero del Perú y hacerlo más atractivo para los inversionistas.
A finales de abril, Humala alarmó a muchos en el sector privado al sugerir que la compañía petrolera estatal Petroperú podría adquirir acciones en una refinería y otros activos de la empresa española Repsol. Aunque Humala propuso sólo adquirir una participación minoritaria, la idea fue rechazada por aquellos que temen a la intervención del estado en la industria energética. De acuerdo con una encuesta realizada a principios de mayo, los peruanos rechazaron la propuesta por un margen de 54 contra 37 por ciento. La popularidad de Humala también se vio afectada y bajó a 54 por ciento. En lugar de tomar una posición caudillista, Humala retiró la propuesta e inició un diálogo con el sector privado.
Después de esa crisis, Humala ayudó a tranquilizar al sector privado al unirse a la "Alianza del Pacífico," un bloque comercial conformado por Chile, México y Colombia. El presidente peruano se ha comprometido a atacar la desigualdad en América Latina a través de la "inclusión social" y mediante la ampliación del acceso a los mercados. Con estas medidas, Humala planea aumentar la capacidad de las masas para "crear riqueza y tener la oportunidad de mejorar su bienestar". Humala también abogó por la creación de becas y la creación de un Consejo Empresarial subregional.
En la lucha contra el narcotráfico, el gobierno de Humala ha cooperado plenamente con los esfuerzos de Estados Unidos y se ha comprometido a erradicar más superficie de cultivo ilícito de coca - en parte porque los grupos terroristas de Sendero Luminoso se benefician con el tráfico de cocaína. En los últimos años, el Departamento de Estado de EE.UU. ha criticado al gobierno peruano por no dedicar suficientes recursos a la lucha contra las drogas. Humala, sin embargo, parece estar revirtiendo esa tendencia.
Hace dos años, yo estaba entre los que alertó a los peruanos sobre el peligro que representaría un gobierno Humalista al servicio de los chavistas. No obstante, el presidente Humala ha demostrado ser más pragmático que ideológico y parece estar cada vez más satisfecho con seguir un camino de políticas económicas pragmáticas en lugar de seguir políticas populistas y demagógicas.
Desde luego, si Humala solo estuviera interesado en explotar su popularidad podría seguir el ejemplo de los populistas en Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela, que hacen el juego a su base para consolidar el poder. Él no ha hecho esto y ha decidido poner el progreso de su país por delante de sus intereses personales. Esto merece el apoyo de cualquier persona o nación que este interesado en la prosperidad del Perú.
El autor fue Subsecretario de Estado Adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental y embajador ante la Organización de los Estados Americanos en la Administración del Presidente George W. Bush (2001-2005) y es un investigador visitante en el American Enterprise Institute. Su firma, Visión Américas LLC, representa a clientes estadounidenses y extranjeros.