Señalamiento de España como blanco de al-Qaeda, redimensionamiento de las redes norteafricanas del terrorismo yihadista y consecuencias para la seguridad nacional.
Resumen: Hay que repensar la amenaza que el terrorismo yihadista supone actualmente para España. Por una parte, debido al frecuente y agresivo señalamiento de nuestro país como blanco que se viene haciendo desde el directorio de al-Qaeda, con reiteradas alusiones a la recuperación de al-Andalus como parte de un califato panislámico. Por otra parte, en atención al redimensionamiento de las redes que el movimiento de la yihad neosalafista global tiene establecidas en el Magreb y que se extienden por territorio español. Ambos desarrollos tienen muy posibles consecuencias en términos de seguridad nacional tanto a corto como sobre todo a medio y largo plazo. Caben alteraciones significativas en el estilo de los atentados yihadistas que traten de ser perpetrados en nuestro país, donde un próximo acto de terrorismo internacional no parece algo inverosímil.
Análisis: Es posible estimar la amenaza que el terrorismo yihadista supone actualmente para España, transcurridos tres años desde que ocurrieran los atentados del 11 de marzo de 2004, mediante un estudio de dos tipos de indicadores relevantes. No se trata de información confidencial, puesto que sobre los mismos pueden encontrarse datos más que suficientes en fuentes abiertas tales como numerosas páginas de Internet, los propios sitios web de instituciones oficiales con competencias en materia de seguridad, las publicaciones especializadas accesibles en bibliotecas universitarias o los medios de comunicación. El primero de aquellos indicadores se refiere a las señalizaciones de España como blanco del terrorismo internacional que hayan sido formuladas recientemente por figuras de referencia en el entramado de la yihad neosalafista global y, en particular, desde el directorio de al-Qaeda. Conviene recordar que, aun cuando nuestro país era blanco genérico de ese terrorismo internacional desde mediada la década de los noventa, como los demás del ámbito occidental, fue en octubre de 2003, apenas cinco meses antes de la masacre de Madrid, cuando Osama bin Laden lo convirtió en blanco declarado a través de un comunicado ampliamente difundido en la prensa de todo el mundo.
Además, para llevar a cabo una adecuada valoración de la amenaza que el terrorismo internacional plantea en nuestros días a ciudadanos e intereses españoles, dentro o fuera del territorio nacional, no menos relevante es atender al segundo de los aludidos indicadores. En este caso, el que se refiere a la composición, actividades y desarrollos recientes de las tramas de terrorismo yihadista existentes en nuestro país, especialmente, aunque no exclusivamente, las de origen magrebí. Su realidad ha quedado de manifiesto con las sucesivas operaciones policiales, marcadamente preventivas pero también reactivas, que han tenido lugar en los últimos años. Tomando, por una parte, en consideración el señalamiento de España como blanco del terrorismo yihadista por parte de figuras de referencia para los actores individuales o colectivos del mismo y, en concreto, los eventuales pronunciamientos de al-Qaeda en este sentido y atendiendo, por otra parte, a la evolución estructural de la amenaza que se deduce de los individuos detenidos o de las células desmanteladas en nuestro país y sus conexiones internacionales, cabe incluso apreciar las implicaciones de todo ello en términos de seguridad nacional. Es decir, preguntarse también cómo sería un próximo atentado yihadista en territorio español, en caso de que ocurriese de nuevo algo así.
Señalamientos de España como blanco
Cualesquiera declaraciones agresivas que desde el directorio de al-Qaeda se hagan sobre algún país equivalen en la práctica a un señalamiento de blanco, instigan la comisión de atentados contra el mismo y advierten de que la propia estructura terrorista que es núcleo fundacional y matriz permanente de referencia para el movimiento de la yihad neosalafista global en su conjunto puede llegar a implicarse, directa o indirectamente, en la ejecución de los mismos. Pues bien, a lo largo del último año, Ayman al Zawahiri, quien ocupa el segundo lugar en la jerarquía de mando de al-Qaeda y es reconocido por el conjunto de actores individuales y colectivos insertos en las redes del terrorismo global como su máximo estratega, ha efectuado una serie de inquietantes alusiones a España. Veamos brevemente cuándo y cómo se han emitido algunos de esos señalamientos de España como blanco declarado del terrorismo internacional. Señalamientos que, en principio, estarían en consonancia con niveles altos de la amenaza que supone para nuestro país ese fenómeno.
En julio del pasado año, Ayman al Zawahiri, preeminente subalterno de Osama bin Laden desde hace más de una década, emitió un comunicado en el que, al precisar el sentido de lo que denomina “yihad por la senda de Alá”, añadió literalmente: “una yihad cuyo objetivo es liberar Palestina, toda Palestina, y todo territorio que fue musulmán, desde al-Andalus hasta Irak”. Además de intentar por enésima vez entrometerse en la cuestión palestina y de enfatizar la centralidad que para al-Qaeda tiene la contienda iraquí, sus palabras implican una declaración agresiva e intemporal de España como blanco preferente, en la medida en que la práctica totalidad de su suelo ha de ser recuperado, como parte sustancial de un imaginario nuevo califato que unifique al mundo islámico, mediante actividades de guerra santa. Además, en ese mismo comunicado sostiene que los musulmanes son “hijos” de, entre otros, Yusuf Bin Tashfin, emir almorávide que aglutinó los reinos de taifas peninsulares para incorporarlos a su dominio norteafricano y en 1086 combatió victoriosamente a las tropas de Alfonso VI de Castilla.
Mucho más recientemente, en febrero de 2007, casi a un mes de cumplirse el tercer aniversario de los atentados de Madrid, Ayman Al Zawahiri reiteraba esa fijación suya con al-Andalus que implica la demarcación del territorio español como parte de los objetivos últimos de la yihad neosalafista global y señaliza a España como blanco. En esta ocasión lo hizo tras una referencia a la evolución de los grupos y organizaciones yihadistas en el espacio del Magreb, mostrar su respaldo a los “leones” que batallan en esos denominados márgenes occidentales del islam y añadir exactamente esto: “pido a Alá que os conceda que mantengáis vuestros pies firmes para obedecerle y que os conceda su ayuda y su victoria, y así liberéis el Magreb islámico e icéis el estandarte de la yihad para que ondee victorioso sobre su tierra, y que Alá os conceda el favor de pisar pronto con vuestros pies puros sobre el usurpado al-Andalus”. Aquí se indica cuál continuará siendo el principal foco de la amenaza que el terrorismo internacional supone para ciudadanos e intereses españoles, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, además de que posiblemente se esté instando a no demorar en exceso la comisión de atentados en suelo peninsular[*].
Estas y otras citas belicosas sobre al-Andalus no son, es cierto, una novedad en el discurso fundamentalista que subyace al terrorismo global. Abdullah Azzam, mentor ideológico de Osama bin Laden durante la guerra que enfrentó a los muyahidín y los ejércitos soviéticos en Afganistán, promotor luego de la yihad defensiva en otras zonas del mundo, ya a finales de los ochenta mencionaba expresamente a al-Andalus entre las tierras que fueron musulmanas y deben recuperarse. Adalides religiosos muy influyentes entre los seguidores de al-Qaeda tanto en países norteafricanos como europeos, casos de Abu Qutada y Mohammed Fazazi, han hecho frecuentes menciones al retorno de al-Andalus bajo dominio islámico. La misma idea es recurrente en no pocos documentos de orientación neosalafista incautados en operaciones policiales desarrolladas en territorio europeo desde hace años, así como en foros privados de Internet donde la noción de una campaña yihadista en al-Andalus se asocia habitualmente con expresiones de venganza hacia España. Incluso los terroristas que reclamaron la autoría de los atentados del 11 de marzo se presentaban como “brigada en al-Andalus” y a fines de ese mes grabaron un vídeo en el que afirmaban: “continuaremos nuestra yihad hasta el martirio en la tierra de Tarek ben Ziyad”.
Pero es la frecuencia y agresividad con la que últimamente se evoca al-Andalus desde el directorio mismo de al-Qaeda lo que resulta inquietante en una perspectiva española. Esas alusiones, que se corresponden con una señalización de blanco y la instigación o incluso posible facilitación de atentados terroristas contra España, adquieren particular significación en la actualidad por tres razones. En primer lugar, porque se combinan con otras muestras específicas de hostilidad hacia nuestro país, como la que el propio Ayman al Zawahiri hizo en diciembre de 2006 sobre la “ocupación española de Ceuta y Melilla” en un mensaje emitido por el canal de televisión al-Yazira. Llama especialmente la atención que en dicha mención se compara ese supuesto referido a las dos ciudades norteafricanas de soberanía española con lo que su autor describe como las ocupaciones israelí de Palestina y rusa de Chechenia. Esto es, mediante una narrativa de equiparación, Ayman al Zawahiri pareciese estar demarcando a Ceuta y Melilla como zona de conflicto, lo que acarrearía graves consecuencias potenciales para ambas en términos de amenaza terrorista.
En segundo lugar, los señalamientos de España como blanco del terrorismo yihadista a través de las alusiones a al-Andalus tienen un especial significado porque se combinan con una serie de amenazas genéricas igualmente proferidas por los líderes del terrorismo global y que incumben a nuestro país. Como cuando al-Qaeda amenaza a los países con tropas desplegadas en Afganistán o Líbano, donde hay destacados centenares de soldados españoles [**]. En tercer lugar, porque la idea de recuperar violentamente al-Andalus ha permeado ya el discurso de las redes norteafricanas del terrorismo yihadista y, en concreto, del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), de origen argelino, que cambió recientemente de nombre para adoptar el que corresponde a una extensión regional magrebí de al-Qaeda. En un comunicado fechado el 9 de enero de 2007, a poco de anunciar el cambio en su denominación, el GSPC se pronunciaba así: “abrazamos la yihad para cumplir con un precepto divino ineludible que se nos impuso desde la caída de al-Andalus y la venta de Palestina, y desde que nos dividieron las fronteras que inventaron los invasores”. Apenas una semana antes, su máximo dirigente se había dirigido solemnemente a los musulmanes argelinos también como “nietos de Tarek ben Ziyad” e “hijos de Yusuf bin Tashfin”.
Desarrollos en las redes yihadistas
La amenaza que el terrorismo internacional plantea actualmente a España ha de ser también repensada en atención a la evolución de las redes del neosalafismo yihadista global con actividad detectada en nuestro país. Repensada muy especialmente, aunque no sólo, en atención al redimensionamiento de las tramas originarias de los países norteafricanos, en particular de Marruecos y Argelia, asimismo extendidas por otras naciones de nuestro entorno europeo occidental. Exactamente un 79% de cuantos individuos han ingresado en centros penitenciarios españoles entre 2001 y 2006 como sospechosos de estar implicados en actividades de terrorismo yihadista proceden del norte de África, pero hasta un 77,7% lo hacen del Magreb. En concreto, el 39,7% ha nacido en Marruecos y un 31,4% es originario de Argelia. Pese a que el número de inmigrantes marroquíes en España es más de 10 veces superior al de argelinos, la sobrerrepresentación de estos últimos está relacionada con los casi tres lustros de trayectoria que el terrorismo islamista tiene en el país del que proceden y la difusión de su urdimbre en la otra orilla del Mediterráneo.
Así, no resultará extraño que las organizaciones terroristas relacionadas con al-Qaeda que han venido constituyendo un especial motivo de preocupación para la seguridad interior en España sean, precisamente, el Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GICM) y el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC). Este último, surgido en Argelia hacia 1998, como resultado de una escisión en el seno de los grupos islámicos armados activos en dicho país desde el inicio de los noventa, ha sido la formación terrorista preeminente en el Magreb durante más de una década. Desde aproximadamente el año 2003, los sucesivos dirigentes de dicha organización han ido acomodando su discurso al de al-Qaeda, evolucionando desde los planteamientos propios de una insurgencia argelina a los panislámicos de una yihad global. El Grupo Islámico Combatiente Marroquí, por su parte, es una formación de contornos más imprecisos y composición menos definida. Se supone que fue constituido ya avanzados los años noventa. Aspiraría al establecimiento de un régimen islámico rigorista en Marruecos pero está afiliado con al-Qaeda e incluso algunos de sus miembros lo son al mismo tiempo de esta última estructura terrorista.
En buena medida, los individuos y las células relacionados con el GSPC o con el GICM que han desarrollado actividades terroristas en España están dedicados a la captación de personas, la movilización de recursos económicos a menudo ilícitamente y la facilitación, por ejemplo mediante la provisión de falsos documentos de viaje u otras fórmulas de apoyo logístico, de operaciones emprendidas tanto dentro como fuera de nuestro país por cuadros de aquellas entidades yihadistas o de otras relacionadas con las mismas, como Ansar al Islam o la Organización de Al-Qaeda para la Yihad en el País de los Dos Ríos, en referencia al actual territorio iraquí. En los últimos cuatro años, docenas o quizá ya unos centenares de jóvenes a veces todavía adolescentes y de adultos no demasiado entrados en años han sido reclutados en el seno de las colectividades musulmanas establecidas en España. En algunos casos, para trasladarlos luego a perpetrar atentados o convertirse en bombas humanas en determinadas zonas en conflicto, sobre todo Irak, pero también Afganistán, Chechenia y puede que Cachemira. Otras veces, para enviarlos al desierto del Sahel, donde el GSPC dispone, al norte de Mali, de campos móviles de adiestramiento en el uso de armas y explosivos o a instalaciones de la propia al-Qaeda en suelo paquistaní.
Estos datos sobre individuos y grupos relacionados con el terrorismo internacional en España, así como el hecho de la proximidad geográfica entre los países de la ribera sur mediterránea y la Península Ibérica, que en buena medida explica aquellas evidencias, son fundamentales para interpretar el previsible impacto que un redimensionamiento de las tramas yihadistas en el Magreb podría tener sobre la seguridad interior de España, al igual que de Francia o Italia. Es en estos tres países donde las redes norteafricanas del terrorismo global se extendieron con especial notoriedad en el pasado. Pero ocurre que un redimensionamiento como ese está teniendo ya lugar en aquella región geopolítica del mundo. Y es que el GSPC ha culminado recientemente su proceso de internacionalización, pasando de ser una entidad afiliada con al-Qaeda a fusionarse con dicha estructura terrorista para convertirse en una extensión regional de la misma e incluso cambiar de nombre y denominarse ahora, con el beneplácito expreso de Osama bin Laden, Organización de Al-Qaeda en el Magreb Islámico.
Es un arreglo de mutua conveniencia con implicaciones para la evolución del terrorismo global tanto en el Magreb como al sur, este y norte de ese ámbito. El GSPC adquiere una cobertura que seguramente favorecerá su acceso a recursos económicos y humanos, compensando así la relativa debilidad en que se encontraba tras numerosas operaciones contraterroristas desarrolladas durante los últimos años en el norte de África y en Europa occidental. Por su parte, al-Qaeda dispone por fin de una plataforma para introducirse en el Magreb y en el Sahel, así como posiblemente una mayor ascendencia sobre redes argelinas introducidas en algunas naciones europeas, incluida España. Además, la incorporación del GSPC a al-Qaeda y la aparición de Al-Qaeda en el Magreb Islámico conllevan previsiblemente un efecto de sinergia que incide sobre el redimensionamiento de la amenaza norteafricana del terrorismo yihadista, asimismo con consecuencias para nuestro país. Se estaría produciendo una absorción de grupos menos articulados y células independientes existentes en el Magreb o en territorio europeo, concretamente en suelo español.
Al incremento de la amenaza terrorista para nuestro país que se derivaría del redimensionamiento de las redes magrebíes insertas en la yihad neosalafista global hay que añadir algunos otros elementos de creciente preocupación. Por ejemplo, el que nos remite a individuos ligados a organizaciones paquistaníes afiliadas con al-Qaeda y que se han introducido en comunidades inmigrantes de su misma procedencia asentadas en España, especialmente en Cataluña. Suelen provenir del Punjab, provincia colindante con la frontera india y la disputada Cachemira, donde prevalece una cultura yihadista ligada al credo deobandi y grupos terroristas como Lashkar e Tayiba o Jaish e Mohammed disponen de infraestructuras. Tampoco debe olvidarse el peligro aún más imprevisible que en sí mismo plantean células independientes autoconstituidas dentro de España de acuerdo con los fines y los métodos propugnados desde al-Qaeda. En definitiva, redes, grupos y células que intentan movilizar en su beneficio el apoyo que esa estructura terrorista y su líder parecen recibir de entre el 10% y el 15% del millón de musulmanes que se calcula viven en España, de acuerdo con sondeos como los del Office of Research del Departamento de Estado norteamericano o el Pew Global Attitudes Survey. Actitudes propiciadas por la intervención de asociaciones islamistas de orientación salafí contrarias a la integración social de esos inmigrantes y que incluso facilitan la radicalización yihadista de algunos españoles conversos.
Implicaciones de seguridad nacional
El creciente señalamiento de España como blanco por parte de al-Qaeda y el concomitante redimensionamiento de las redes norteafricanas incorporadas a esa estructura terrorista, unidos a otros peligros en evolución con los que ambos se relacionan, tienen implicaciones en términos de seguridad nacional. Por una parte, debido a la continuada posibilidad de que se perpetren nuevos atentados susceptibles de incidir gravemente sobre el orden constitucional o la cohesión de una sociedad abierta que, por cierto, es crecientemente plural precisamente como consecuencia de la inmigración y en especial de la que procede de sociedades mayoritariamente musulmanas, a las cuales tienen por su población de referencia los actores del terrorismo yihadista. Por otra, debido a que esos posibles actos de terrorismo internacional pueden afectar muy seriamente infraestructuras críticas o intereses estratégicos fundamentales para nuestro país. Finalmente, debido a que el estilo de los atentados que traten de ser cometidos contra instituciones o ciudadanos españoles, dentro o fuera de las fronteras nacionales, podría registrar algunas alteraciones respecto los procedimientos y modalidades hasta ahora considerados como más probables.
En principio, el tipo de atentados que es previsible planifiquen y traten de ejecutar en España los actores individuales o colectivos de origen principal pero no exclusivamente magrebí relacionados con el movimiento de la yihad neosalafista global corresponde a actos de terrorismo cuyos propósitos inmediatos sean los de ocasionar un notable número de víctimas mortales, ejercer un considerable impacto social y atraer gran atención por parte de la prensa internacional. Esta combinación de letalidad, impacto y publicidad se traduciría en atentados ejecutados, en primer lugar, por medios convencionales pero suficientemente mortíferos que se acomoden, por una parte, a la pericia que los terroristas o alguno de sus cabecillas hayan adquirido en distantes campos de adiestramiento o en instalaciones mucho más cercanas y, por otra, a la disponibilidad del entorno donde prevean sus autores llevarlos a cabo. Por ejemplo, haciendo uso de sustancias y complementos necesarios para el montaje de artefactos explosivos a los que los terroristas o sus colaboradores tengan acceso legal o ilegalmente.
Se trataría, en segundo lugar, de acciones terroristas cometidas a través de modalidades habituales en la práctica del terrorismo internacional, como deflagraciones múltiples y concatenadas entre sí que se inicien gracias a dispositivos de control remoto o mediante el uso de temporizadores. En tercer lugar, estaríamos refiriéndonos a atentados dirigidos contra blancos desprovistos de medidas especiales de protección y localizados preferentemente en espacios urbanos donde se producen aglomeraciones humanas o en sistemas de transporte que, aun fuera de zonas densamente pobladas, caso de ser blanco de una acción terrorista aseguren consecuencias suficientemente cruentas, favorezcan la generalización de estados mentales de ansiedad y hagan ineludible que se produzca una cobertura de alcance mundial por parte de los medios de comunicación. También las zonas donde se combinan la industria turística y concentraciones masivas de gente ofrecen blancos estacionales atractivos para los terroristas, como ha quedado de manifiesto en otros lugares del mundo. Es decir, el tipo de atentado de terrorismo yihadista más probable en España, caso de ocurrir de nuevo alguno, hipótesis esta que en modo alguno es posible descartar al la luz de lo que se ha conocido estos últimos tres años, es asimilable en sus aspectos básicos, aunque no necesariamente en sus blancos específicos y localización, a los del 11 de marzo de 2004.
Quizá sea de interés recordar ahora que los grupos y organizaciones implicadas en el terrorismo yihadista han manifestado una singular inclinación a intentar perpetrar atentados contra blancos que habían tratado de afectar con anterioridad pero sin éxito, bien sea porque los resultados estuvieron muy por debajo de sus expectativas, bien porque las agencias policiales y los servicios de inteligencia desbarataron a tiempo sus planes. Las torres gemelas de Nueva York fueron destruidas como consecuencia de los atentados del 11 de septiembre de 2001, pero habían sido objeto de otro, de consecuencias mucho más limitadas claro, por parte de individuos imbricados ya en el entonces incipiente entramado neosalafista global, en 1993. Hace apenas unos años, las agencias británicas de seguridad consiguieron impedir un atentado en el aeropuerto londinense de Heathrow y detuvieron a quienes lo preparaban, pero otros correligionarios de su misma trama retomaron tiempo después exactamente los mismos planes, frustrados otra vez por una operación antiterrorista. Quiero decir con esto que el tren de alta velocidad que discurre entre Madrid y Sevilla, la Audiencia Nacional sita en la capital de España o algunos conocidos edificios altos de Barcelona podrían seguir en el punto de mira del terrorismo yihadista y acaso requieran medidas especiales de protección.
Ahora bien, que algún acto de terrorismo internacional con las características básicas de los atentados del 11 de marzo de 2004 sea más probable, caso de volver a producirse uno nuevo en nuestro país, no quiere decir que sea el único tipo de atentado yihadista posible. Cabe que tanto el creciente señalamiento de España como blanco por parte de al-Qaeda como sobre todo el surgimiento de su extensión regional para el Magreb, a partir de un proceso de internacionalización del GSPC argelino, influyan sobre el estilo de atentados que pudieran perpetrarse contra intereses o ciudadanos españoles, sobre todo dentro pero también fuera del propio territorio nacional. Así, por ejemplo, resulta actualmente más verosímil de cuanto lo era hace dos o tres años que un nuevo acto de terrorismo internacional en España adopte la modalidad del atentado suicida. No sólo porque se acomoda a las preferencias operativas del directorio de al-Qaeda, sino también porque el GSPC ha justificado explícitamente ese tipo de actos desde febrero de 2005 y nada impide que individuos reclutados en nuestro país para llevar a cabo misiones suicidas en Irak o en otros lugares puedan cometer atentados así pero en territorio español.
Al estilo de atentados cuya ejecución planifica y controla directamente al-Qaeda es además común la selección de blancos de especial relevancia simbólica y considerablemente mejor protegidos que otros más fácilmente imaginables. La frecuencia y agresividad con la que desde el directorio de dicha estructura terrorista se viene señalizando a España, así como el hecho de que exista ahora una extensión regional de la misma en el Magreb con ramificaciones europeas obliga a reflexionar sobre la posibilidad de que el rango de blancos propicios para actos de terrorismo internacional se amplíe, en el interior de nuestro país, a los más simbólicos o dotados con una mayor protección. Este es el caso de aeronaves comerciales, monumentos o edificios prominentes, importantes infraestructuras críticas, sedes gubernamentales y de las agencias de seguridad o de las fuerzas armadas. Sin descartar la posibilidad, aún remota pero cada vez menos impensable, de algún acto terrorista no convencional como los que deberían perpetrarse en sociedades occidentales según un tratado de estrategia yihadista muy visitado en Internet y escrito por un español de origen sirio, Mustafa Setmarian, fundador de la célula de al-Qaeda establecida en España en los años noventa, poco antes de ser detenido en Pakistán durante la segunda mitad de 2005. Por cierto, que a inicios de la primavera de ese mismo año, este individuo, también conocido por su sobrenombre de Abu Musab al Suri, hizo público un documento en el que amenazaba con futuros atentados en España.
Conclusiones: España es hoy más blanco de al-Qaeda que antes de los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid. Incluso es probable que nuestro país sea ahora más blanco del terrorismo internacional que nunca antes y, por la naturaleza de los indicadores que lo ponen de manifiesto, en modo alguno se trata de una situación pasajera. Que Ayman al Zawahiri insista en la violenta recuperación de al-Andalus como parte de un nuevo califato panislámico, consiguiendo que su discurso impregne la narrativa de los grupos y organizaciones norteafricanos relacionados con aquella estructura terrorista equivale a convertirnos en blanco permanente de los actores individuales y colectivos que forman las redes multinacionales del movimiento de la yihad neosalafista global en su conjunto. Esto, en sí mismo, obliga a repensar la amenaza que el terrorismo internacional supone en la actualidad para nuestro país y que conlleva señalizaciones más precisas, como las relacionadas con la presencia de soldados españoles en territorios musulmanes o la demarcación de Ceuta y Melilla como zona de conflicto.
Además, la amenaza que el actual terrorismo internacional supone para ciudadanos e intereses españoles, especialmente dentro pero también fuera del propio territorio nacional, se ha incrementado como consecuencia del redimensionamiento de las redes norteafricanas insertas en el aludido movimiento de la yihad neosalafista global y del efecto de sinergia que para ese entramado tiene el surgimiento de Al-Qaeda en el Magreb Islámico. Estas y otras preocupantes circunstancias podrían tener consecuencias para la seguridad nacional tanto a corto como sobre todo a medio y largo plazo, al producirse alteraciones en la modalidad de posibles nuevos actos de terrorismo internacional, siendo ahora más verosímil de cuanto lo era hace dos o tres años que se perpetren en España atentados suicidas o contra blancos altamente simbólicos y dotados de considerables medidas de protección. Sin que ello suponga olvidar la imprevisible operatividad de células independientes autoconstituidas, cuyo rango de acciones iría del asesinato individual al uso de artefactos explosivos improvisados contra blancos desprotegidos.
A lo largo de los últimos tres años se ha avanzado mucho en la adaptación de nuestras estructuras nacionales de seguridad ante los desafíos que plantea el terrorismo yihadista. Ahora bien, puede que la amenaza que al-Qaeda, su extensión regional en el Magreb y otras organizaciones yihadistas procedentes del sur de Asia o de Oriente Medio pero con conexiones en nuestro país suponen para ciudadanos e intereses españoles esté evolucionando a una cadencia no suficientemente compensada por los esfuerzos antiterroristas y contraterroristas. Ahora es fundamental que el flujo y el consumo de inteligencia en relación con la amenaza del terrorismo internacional para España sean los adecuados y permitan informar una certera toma gubernamental de decisiones en esta materia. Los atentados del 11 de marzo de 2004 quedaron atrás, pero es momento de repensar la amenaza que el terrorismo yihadista supone en la actualidad para España y de que las autoridades obren, como es lógico, en consecuencia.
Fernando Reinares:
Investigador principal de Terrorismo Internacional en el Real Instituto Elcano, donde dirige el Programa sobre Terrorismo Global, y catedrático de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos
[*] [N.A]: Tres días después de la publicación de este análisis en la página web del Real Instituto Elcano, se difundió un nuevo vídeo en el que Ayman al Zawahiri reitera, una vez más, sus alusiones agresivas en relación a al-Andalus.
[**] [N.A]: El mismo 11 de marzo de 2007 el canal de Internet La Voz del Califato, establecido desde al-Qaeda en septiembre de 2005, emitió un mensaje en el cual se amenazaba a España porque el Gobierno había enviado más soldados a Afganistán.
Fuente:Fundación Real Instituto Elcano