Las confrontaciones en Irán entre los partidarios del ganador en las elecciones, el presidente Mahmud Ahmadineyad y los simpatizantes del ganador en las elecciones, el líder opositor Mir Hussein Musavi, comienzan a exacerbarse. Y mientras la oposición trata de imitar la Revolución del Terciopelo, que se propagó en Europa Oriental tras el colapso de la Unión Soviética, el gobierno de Teherán intenta por su parte emular a la Revolución Bonita acaudillada en Venezuela por el presidente Hugo Chávez.
Según la revista The Econo- mist, dirigentes opositores consideran la política del gobierno de Ahmadineyad 'peligrosamente incompetente en su política local, e imprudente y belicosa en asuntos exteriores. Para algunos, lo más ominoso han sido sus purgas, en ministerios, gobiernos locales y universidades, no sólo de reformistas, sino también de la más amplia nomenclatura de la era revolucionaria'.
Esas personas fueron reemplazadas por seres 'considerados de mente estrecha' o por 'matones palurdos'. Y eso, 'junto con la asignación de millonarios contratos del gobierno a aliados ideológicos tales como la Guardia Revolucionaria, ha acrecentado los temores de que el estado (iraní) enfila hacia un modelo venezolano de favoritismo demagógico'. ( The Economist, 18 de junio de 2009).
¿IRÁNZUELA ? Por supuesto, Irán no es Venezuela. Inclusive es un estado más democrático que Venezuela, pues tiene dos mandamases, en lugar de uno. En tanto el presidente Hugo Chávez es el novio en todas las fiestas y el primer portador de féretros en todos los entierros, el presidente (posiblemente reelecto) Ahmadineyad ocupa un discreto segundo lugar en la jerarquía teocrática iraní.
El mandamás supremo es el ayatola Seyyed Ali Jamenei, quien no sólo es la autoridad moral de Irán sino también comandante en jefe de las fuerzas armadas. Jamenei controla todo aquello vinculado con el sistema 'islámico', incluidos tribunales, medios de prensa y el Consejo de los Guardianes de la Ley. Este último es una especie de Tribunal Supremo Electoral cuya tarea principal consiste en supervisar las elecciones y proscribir todo candidato que no le guste al oficialismo.
El sistema para filtrar candidatos a fin de que todos se parezcan como gotas de agua, tuvo mucho éxito al comienzo. Hace apenas un año, en las elecciones del 14 de marzo, los votantes iraníes tuvieron la libertad de elegir a miembros del parlamento entre una amplia gama de ultraconservadores y trogloditas.
Según The New York Times, el Frente de Participación Islámica, un grupo iraní 'reformista' o 'moderado' denunció que de sus 7.200 candidatos registrados para postularse a 290 escaños en el parlamento, un 70 por ciento habían sido descalificados. ( The New York Times, 24 de enero de 2008).
El sistema encargado de filtrar candidatos seguramente causaría envidia en Venezuela. En primer lugar, figuran las juntas de cada provincia, conocidas como Consejos Ejecutivos. Esos consejos, que deben aprobar a candidatos locales, son designados por gobernadores regionales. Y el facultado para elegir a los gobernadores regionales es el presidente de la república.
Una vez el candidato pasa el primer escollo, debe ser aprobado por el Consejo de los Guardianes, el organismo de clérigos de línea dura que responden a Jamenei.
En las elecciones del 2005, el Consejo de los Guardianes corrió con la tarea de descalificar a centenares de reformistas. En el 2008, los obstáculos fueron emplazados por las juntas regionales, según denunciaron miembros del partido reformista.
En cambio, y para mostrar su ecuanimidad, el gobierno no vetó a miembro alguno del partido de Fundamentalistas Independientes, que son más papistas que el ayatola Jamenei, de acuerdo a información de la agencia noticiosa ISNA. Los opositores a Ahmadineyad confiaban en que las elecciones de 2008 se convertirían en un referéndum sobre la administración del estado.
DURMIÉNDOSE
EN LOS LAURELES
Con tantos vetos y exclusiones, los opositores perdieron en el 2008 como en la guerra, y se prepararon para el 2009 urdiendo nuevas tácticas. Entre ellas presentaron menos candidatos para las elecciones generales, y en varios casos formaron coaliciones provinciales.
Y en cuanto al principal candidato opositor, Mousavi, cuenta con suficientes credenciales como para no ser considerado un títere de Estados Unidos. Tal vez el mejor elogio se lo prodigó Barack Obama cuando dijo que lidiar con Mousavi no iba a ser más fácil que lidiar con Ahmadineyad. Mousavi fue primer ministro iraní en la década del ochenta, y si pasó los filtros de los diferentes consejos islámicos, es porque resultaba potable para las autoridades iraníes.
De todas maneras, el gobierno de Teherán tomó precauciones adicionales. Banafsheh Madaninejad, en su The Rag Blog del 16 de junio de 2009, informó que en una carta abierta escrita por varios empleados del ministerio del Interior de Irán, y difundida una semana antes de los comicios, se expresaron temores 'de que ciertos altos funcionarios en el ministerio proyectaban manipular los resultados electorales'.
También hubo manipulación en las urnas. 'A muchos de los representantes de los dos candidatos reformistas se les impidió de manera sistemática y reiterada estar presentes en mesas electorales, un derecho garantizado por la ley iraní', dijo el blog.
El jefe del Consejo de los Guardianes, encargado de supervisar las elecciones, y quien debería mostrar su imparcialidad, destacó 'en varias ocasiones, de manera pública, su respaldo por el señor Ahmadineyad'. Luego, ese Consejo de los Guardianes divulgó los resultados electorales, otorgando a Ahmadineyad 24 millones de votos y a Mousavi, 13 millones de votos.
Y ahí ardió Troya.
Se sucedieron las manifestaciones opositoras y las contra manifestaciones menos numerosas de los partidarios de Ahmadineyad. Finalmente, la confrontación comenzó a ser entre manifestantes y paramilitares. Mientras 'fuerzas de seguridad regulares pedían a los manifestantes que evitaran todo derramamiento de sangre', informó The New York Times (21 de junio de 2009), 'las temibles milicias gubernamentales, las Basij, golpearon a los manifestantes con garrotes y, según dijeron testigos, usando picanas eléctricas'.
Tal vez el error del líder supremo Jamenei fue jugarse por Ahmadineyad, y emprender un camino sin retorno. Mucho más astuto fue el comandante Chávez, que aceptó los resultados electorales y luego castigó a los triunfadores cerrando los cordones de la bolsa, o enviándolos al exilio. Pero tal vez los artríticos líderes de la Revolución Islámica carecen del juego de cintura que caracteriza al presidente venezolano. Y ahora, Irán inicia una nueva era tenebrosa y sus líderes examinan con simpatía cómo China acabó con las protestas de sectores disidentes en la plaza de Tiananmen.
Fuente: http://www.guia.com.ve/noticias/?id=42518