Nunca será tarde si las medidas que se adopten son eficaces para devolver la confianza a la ciudadanía ceutí y al conjunto de los españoles. La confianza que han podido perder en unas autoridades que durante excesivo tiempo han mirado hacia otro lado, sin que hayan existido razones fundadas para ello, ni se hayan dado hasta el presente explicación alguna, puede ser recuperada si el asunto es tratado con la celeridad que reclama, pero sin decisiones apresuradas que puedan dar al traste con las posibles soluciones a un problema de envergadura al que hay que enfrentarse no sólo con medidas policiales, sino también políticas y sociales. Estamos hablando del taimado reclutamiento mediante prédicas, reuniones y una labor de captación con el uso bien dosificado victimismo y pedagogía del odio para inmolarse o morir acribillado en un país tan lejano para nuestros conciudadanos como Siria. Ahora es Siria, mañana quién sabe.
Meses atrás varios ceutíes de distinta condición habían dejado a sus familias y habían marchado a un destino que, en el caso del taxista y padre de familia Rachid Wahbi, de 32 años, fue fatal, pues en el país mesoriental encontró la muerte. La que se estima han encontrado al menos dos de ellos. En Marruecos se han desmantelado ya varias redes dedicadas al reclutamiento de jóvenes o de casi aún adolescentes, como es el caso del también ceutí Nordin, con sólo 16 años. Las mafias y criminales que viven en simbiosis con grupos de indoctrinamiento son hoy la plataforma que el día de mañana puede transformarse en embriones de grupos terroristas de carácter yihadista. Todos ellos son un pie del entramado que tiene otro en las actividades que clandestinamente se desarrollan en mezquitas o en domicilios y otro en la red que opera en Marruecos, nutriéndose, entre otras vías de aprovisionamiento, del narcotráfico y otras prácticas delictivas. La ambición de todos estos grupos es poner a la monarquía alauita en situación incómoda y arriesgada, con el claro ánimo de desestabilización de un país estratégico para Occidente.
Si el país magrebí, a juzgar por los comunicados oficiales, que informan del desmantelamiento de estructuras de reclutamiento, está en alerta con este inquietante asunto, González Pérez, delegado del Gobierno en Ceuta, reconoce no tener una idea aproximada -”ni siquiera aproximada”- de la dimensión del problema, aunque echando balones fuera, haciendo referencia a la política del ‘buenismo’‘ -se entiende de Zapatero- se desentendió de la responsabilidad política sobre el asunto. Cierta estrechez de miras no llega a entender que para el salafismo, el yihadismo y las organizaciones clandestinas que utilizan el conocimiento del terreno, instrumentalizan entre ciertos ambientes juveniles cercanos a la delincuencia el victimismo y los indoctrinan con la pedagogía del odio a lo occidental, no perciben grandes diferencias entre partidos conservadores, de centro o de izquierdas, pues todos son para ellos tan enemigos a batir como el que más. Su guerra no es contra un partido determinado sino contra una civilización y para ello, como todo grupo fuertemente ideologizado, están dispuestos a enviar adolescentes a una muerte segura y a sufrir experiencias traumatizantes, sin que lleguen a poner en cuestión el criterio de que ‘el fin justifica los medios’.
El problema al que tenemos que enfrentarnos es muy serio, no admite demoras y va a requerir la implicación de toda la sociedad, pues como hemos observado anteriormente, no será mañana una guerra contra un Gobierno cualquiera sino contra nuestra sociedad.