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Análisis e Investigación
México: Se usó la fuerza pública: ¿se volverá a usar?

Por Leo Zuckermann

Publicado en: excelsior.com.mx - 19 de Septiembre de 2013

 

Como lo advertimos, cuando un Estado se enfrenta a un grupo maximalista, es inevitable el uso de la fuerza pública, legítima en una democracia. Si un sindicato no está dispuesto a ganar algo y perder algo en una mesa de negociación con el gobierno legítimamente electo, pues llega el momento en que las autoridades tienen que tomar la decisión, siempre difícil, de utilizar la policía para defender los intereses de terceros afectados por la protesta social. Es lo que pasó el viernes pasado.

A los maestros de la CNTE, que llevan varias semanas desquiciando la capital, se les han ofrecido múltiples salidas. Varios de sus puntos fueron integrados en la reforma educativa que, por tanto, quedó bastante deslavada. No obstante, muchos continúan insatisfechos. Los más radicales, pertenecientes a la Sección 22 de Oaxaca, van por todas las canicas: quieren la derogación de toda la reforma incluyendo las enmiendas constitucionales.

En Gobernación dizque negociaban, pero en las calles seguían afectando la normalidad del DF. No se avanzaba. Frente a esta postura maximalista, al gobierno no le quedó de otra más que usar la fuerza pública en la coyuntura de las ceremonias del Grito de Independencia y del desfile militar. Es cierto: la mayoría de los maestros se movieron voluntariamente al Monumento a la Revolución (supongo porque sabían que la policía entraría al Zócalo). Pero una minoría, armada con palos, se quedó en el campamento desafiando a las autoridades. En un operativo propio de una democracia-liberal (bien planeado, ordenado y respetando los derechos humanos), la Policía Federal recuperó la Plaza de la Constitución en menos de diez minutos.

Se cumplió, así, lo que previmos: la utilización de la fuerza pública. No es que sea profeta. Lo único que argumenté es que habría que aprender de la historia, en particular de lo sucedido en Oaxaca, en 2006 cuando estos mismos maestros tuvieron casi siete meses secuestrada a esa ciudad. El gobierno los fue desgastando y, al final, cuando ya era insostenible la situación, tuvo que entrar la fuerza pública a desalojarlos. ¿Por qué iba a ser diferente en esta ocasión?

Pero ojo, el conflicto en la capital está lejos de resolverse con el operativo del viernes. El Presidente pudo dar el Grito desde Palacio Nacional y los militares desfilaron por la ruta de siempre. Pero los maestros de la CNTE ya se aprestan a regresar al Zócalo a poner ahí su campamento y seguir desquiciando al DF con sus movilizaciones.

Entre más tiempo pasa, más vamos entendiendo este movimiento. Para empezar están muchos profesores que, mal informados, protestan en contra de una reforma que piensan les va a quitar sus chambas o pensiones, lo cual no es cierto. Con estos maestros habría que llevar a cabo una intensa campaña informativa para calmar sus ánimos.

El problema está en otro lado. Se han juntado intereses y convicciones con una visión maximalista de la reforma educativa. Por un lado, están los sindicalistas que no quieren que les quiten el poder que han acumulado desde que comenzó la descentralización educativa en los años noventa. En el caso de Oaxaca, por ejemplo, la CNTE ya no controlará la nómina magisterial. Ahora será el gobierno federal el que pagará directamente a los maestros. Esto es un golpazo para los sindicalistas que hoy controlan las plazas y la nómina. Por otro lado están elementos de izquierda radical que, de acuerdo con el pensamiento marxista, pretenden agudizar las contradicciones sociales como mecanismo para acelerar, según ellos, la revolución. Para todos estos grupos, o se echa para atrás la reforma educativa por completo, o seguirán desquiciando la capital.

La pregunta es qué harán los gobiernos de Peña y Mancera frente a este desafío. Ni se diga el de Gabino Cué en Oaxaca donde sigue sin haber clases y, además, ahora, habrá movilizaciones. Me temo que la respuesta no es halagüeña. Las negociaciones continuarán. Algunos acuerdos se anunciarán. Pero ciertos grupos, los más radicales, los rechazarán y continuarán con la protesta. Solamente se irán de regreso a dar clases cuando se queden sin dinero o se use, de nuevo, la fuerza pública para desmovilizarlos. Porque, quiérase o no, el poder del Estado para enfrentar a estos grupos maximalistas, con los que es imposible negociar, son la chequera pública y la acción policiaca (de acuerdo con los estándares de un régimen democrático). Por lo pronto, lo del viernes fue un mensaje muy importante de que el Estado está dispuesto a utilizar la fuerza pública y que está preparado para hacerlo.

 
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