Cada vez se perfila con más precisión el diagrama de las alianzas internacionales del presidente venezolano Hugo Chávez. Fuera del ámbito latinoamericano en el que Cuba, Nicaragua, Bolivia y Ecuador son sus leales aliados, ha profundizado sus contactos con Rusia, nación a la que acaba de visitar para concretar la venta rusa de 100 tanques T-72 y T-90, por un monto de 500 millones de dólares, además de otros tipos de armamento no especificados. Esto se suma a cuando menos doce contratos más de compra-venta de armas por un monto de 4400 millones de dólares que han sido firmados en los últimos dos años entre ambas naciones. De igual modo, la actual visita de Chávez a Rusia sirvió para anunciar la creación de una empresa mixta para explotar a partir del 2010 la faja petrolífera del Orinoco y construir una refinería. La gratitud de Chávez a Moscú quedó de manifiesto con la declaración del presidente venezolano de su reconocimiento a la independencia de las repúblicas de Osetia del Sur y Abjasia, cuestión en la que los rusos no poseen aprobación internacional alguna fuera de la de Nicaragua.
El otro gran aliado de Hugo Chávez es sin duda el régimen de Teherán encabezado por el presidente Ahmadinejad. Las visitas mutuas entre ambos mandatarios, sus proyectos de cooperación en una variedad de áreas incluida la del desarrollo nuclear, sus crecientes intercambios diplomáticos y el importante monto de las transacciones que han acordado, dan fe de que existen afinidades esenciales entre ambos regímenes en cuanto a su naturaleza, sus aspiraciones de hegemonía regional a mediano y largo plazo, sus métodos antidemocráticos de gobierno y, sobre todo, sus presuntos enemigos, no obstante la gigantesca distancia geográfica que los separa. Así, de acuerdo a ambos, Estados Unidos es el Satanás común contra el cual hay que luchar y al que hay que doblegar a como dé lugar para poder cumplir así con los objetivos nacionales o religiosos que se han impuesto como base para sus respectivas agendas.
Una reciente investigación presentada en la Fiscalía del Distrito de Manhattan por Robert Morganthau revela que Irán está utilizando el sistema bancario venezolano como medio para evadir muchas de las sanciones internacionales destinadas a bloquearle a Teherán la obtención de los materiales necesarios para el desarrollo de su programa nuclear. Ello a cambio de ayuda iraní para la construcción en Venezuela de una “villa nuclear” que presuntamente estaría destinada a usos civiles.
Y en lo ideológico, a pesar de que el régimen iraní se guía por principios teológicos impulsados por una visión islamista mesiánica, mientras que el chavismo se abandera con los postulados de un “socialismo bolivariano”, Venezuela ha decidido adoptar como propia una de las obsesiones más peculiares de los ayatolas iraníes: la condena y repudio tajantes hacia el Estado de Israel al cual tacha de ilegítimo, y la práctica de un antisemitismo rampante que en el caso de Caracas se ha manifestado desde hace tiempo no sólo mediante declaraciones y publicaciones descalificadoras e injuriosas hacia los judíos venezolanos, sino con diversos ataques físicos contra instituciones judías locales. Todo parece indicar que la existencia de una campaña antijudía en Venezuela ha sido alentada por el gobierno desde el momento en que de boca del propio presidente han salido acusaciones de conspiraciones malignas contra los intereses nacionales de parte de los ciudadanos venezolanos judíos. Al respecto vale la pena revisar el ensayo titulado “Antisemitismo bolivariano” publicado en México en la revista Nexos del mes de agosto pasado bajo la autoría de Claudio Lomnitz y Rafael Sánchez. El recuento de la secuencia que ha tenido el desarrollo de este activismo antisemita muestra que no se ha tratado de situaciones aisladas atribuibles a individuos o grupos particulares, sino que detrás ha estado la mano del gobierno, interesado no sólo en construir un chivo expiatorio que cargue con la culpa de los problemas nacionales, sino también en estar a tono con la retórica antijudía inflamada y beligerante de su gran aliado, Teherán. Con esto, Hugo Chávez termina por configurar de manera nítida el modelo totalitario de su régimen, tal y como se ha registrado en los distintos casos históricos que a lo largo del siglo XX contuvieron esta misma mezcla de características aberrantes.
Fuente: Excélsior